El pasado sábado, Blumar reportó que un fuerte temporal provocó el hundimiento del módulo de cultivo y que había activado “todos los protocolos de seguridad y contingencias” que permitieron la evacuación de trabajadores.
La empresa dijo que hasta el viernes, “el centro de cultivo afectado, ubicado en aguas del Seno de Reloncaví a unos 1.000 km. al sur de Santiago, muy cercano a Puerto Montt, en aguas de la bahía que es una entrada del Océano Pacífico, registraba 875.144 peces en etapa de engorde, con un peso promedio de 3,8 kilos, desconociéndose por el momento la magnitud exacta del escape de peces”.
El temporal provocó el hundimiento de 16 de la 18 balsas-Jaulas, que se utilizan para el “cultivo” de salmones en una planta chilena, que es el segundo mayor productor mundial de estos peces.
La Superintendencia del Medio Ambiente (SMA) dijo el domingo por la noche que la empresa deberá realizar sobrevuelos por el área, elaborar un programa de recaptura así como un cronograma de tratamiento y disposición de los ejemplares muertos, entre otras medidas, cuyo cumplimiento deberá reportar en un informe.
No es primera vez que ocurre una fuga masiva de salmones. A mediados de 2018, unos 600.000 ejemplares escaparon desde un centro de cultivo de la unidad local de la noruega Marine Harvest en la misma zona.
La industria en Chile es objeto de fuertes críticas por parte de ambientalistas y científicos por el uso intensivo de antibióticos y el impacto medioambiental de las jaulas de producción.
Entre los testimonios de los críticos encontramos las siguientes declaraciones de un surfista y activista chileno, Ramón Navarro: “El impacto que tuvo en Chile la industria salmonera, mires por donde lo mires, es dañino”, quien buceó en los fondos marinos bajo las jaulas de salmones abandonadas. “Es mar muerto”, dice. La destrucción del ecosistema marino costero es la principal queja ecologista.
Tras nacer y ser criados inicialmente en piscinas de agua dulce, los alevines de salmón son trasladados al mar donde son en-gordados con aceite y harina de pescado entre 14 y 30 meses, confinados en inmensas jaulas flotantes donde conviven tonela-das de peces, cuyas heces acaban en el fondo, mezcladas con los restos de alimento, arrasando el suelo, agotando el oxígeno y reduciendo la biodiversidad.