"¡Vale un Perú! Y el oro corrió como una onda.
¡Vale un Perú! Y las naves lleváronse el metal;
pero quedó esta frase, magnífica y redonda,
como una resonante medalla colonial."
José Santo Chocano - poeta peruano
“Cuando veas las barbas de tu vecino arder”, dice el refranero español, “pon las tuyas en remojo”.
Perú tiene la mayor tasa de mortalidad del mundo por Covid-19, dice una información de esta semana que reproduce Montevideo Portal. Mientras tanto en Uruguay, en una entrevista publicada por la revista Galería el subsecretario de Salud José Luis Satdjian, recurriendo a una metáfora turfística dice que “en la carrera contra el coronavirus estamos punteros por entrar en la recta final”. Y uno no puede dejar de preguntarse por qué. De entrada se nos ocurre descartar la tesis de la bondad y la fortaleza congénita de los orientales que por más ilustrados y valientes que lleguemos a ser, no mereceremos semejante premio. Tampoco pienso en algún castigo divino al pueblo peruano ni me parece justo ampararnos exclusivamente en otras que han sido de uso público a la hora de buscar respuestas como nuestra ejemplar seriedad social y acatamiento consciente a las normas de cuidado, nuestro nivel educativo y algunas más que le sacan un excesivo lustre al ego y nos pueden llevar derechito a ningún lado.
“Baja inversión en salud durante décadas, un sistema sanitario fragmentado y con déficit de médicos y camas, una informalidad generalizada en el trabajo y una población mayormente obesa” parece, según la nota, ser el cóctel explicativo de la desgracia peruana.
Por oposición se me ocurre pensar que el Sistema Nacional Integrado de Salud creado hace años que hace que ningún uruguayo quede por fuera de la atención, una búsqueda sostenida de una mayor inversión en salud, el fortalecimiento de un sistema nacional de cuidados, pueden ser algunas de las explicaciones para nuestra situación que nos alegran mucho, y mucho agradecemos.
El esfuerzo hecho por años para disminuir la informalidad laboral de manera que la cobertura social, jubilatoria, por enfermedad, aspire siempre a ser universal muestran frutos cuyas raíces es importante conocer. La riqueza que una sociedad invierte a favor de quienes comienzan a vivir con desventaja, nunca es un “gasto social”.
Verlo así sería una muestra de insensibilidad. La inversión en salud, educación, cuidados, atención de quienes soportan carencias que les abren los caminos de la delincuencia ya que los otros están cerrados, da cuenta de la salud de una comunidad y nunca será una tarea totalmente cumplida.
En 2012 el español Luis Velasco, oponiéndose a una legislación que quitaba el derecho de asistencia a los migrantes decía que “una sociedad se distingue por cómo trata a los más débiles”.
En una entrevista para el periódico “Cuestión de fe” de setiembre, la directora del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente, (INISA), la doctora Andrea Venosa Armand Ugon, citaba un informe de la Comisión Económica para América latina (Cepal) de 2018 que destacaba la duplicación en una década de la inversión que se orientó a fortalecer la matriz de protección social con un enfoque en los derechos humanos, destinada a reducir las desigualdades.
Me animo por lo menos a sospechar que ahí hay una parte de la respuesta al por qué de la diferencia entre nuestro país y Perú frente a un virus que es el mismo y no se toma el trabajo de discriminar fronteras, nacionalidades ni minucias por el estilo.
Seguramente allá, como acá y en todos lados, el Covid-19 no generó brechas sociales, en todo caso las desnudó del todo. Por eso hacer el esfuerzo y poner la mayor cantidad posible de recursos en disminuir el distanciamiento social, aunque por algún tiempo haya que promover el distanciamiento físico, es una medida de salud a largo plazo y de urgente consideración.
Cuando sobre el final de la entrevista se le pregunta al subsecretario Satdjian si “han manejado una fecha posible de regreso a la normalidad”, contesta: “cuando estemos todos vacunados”. Y no tengo más remedio que decir que la respuesta me dejó gusto a poco.
Si las causas son las que menciona el artículo de Montevideo Portal, la solución no se reduce a una vacuna. El camino es mucho más largo y el pinchazo debe ser mucho más profundo.-