Cuando por alguna sinrazón neurológica la memoria nos abandona, no es la orfandad de pasado la mayor tragedia que como individuos vivimos sino la imposibilidad de vínculos presentes y la inexistencia de algún futuro que no sea el absoluto aislamiento.
Sin memoria la vida es sólo un presente que da vueltas en círculos cada vez más pequeños hasta volverse inmóvil.
Cuando yo era niño un gitano español cantaba que “los ratos buenos hay que aprovechar y si fueron malos mejor olvidar”. Hoy me parece que la letra no era tan inocente como parecía.
La apuesta a la desmemoria no es ni posible ni recomendable para la salud de las personas, de las comunidades, de los pueblos, de los países.
El verdadero desafío es saber qué hacer con ella. La clásica imagen del diván en el consultorio del psicólogo es una muestra de la lucha por rescatar aquellos recuerdos sepultados por una lápida de olvido....
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