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La torre de las golondrinas



                      ADAPTACIÓN LIBRE  DE  CUENTO DE ALFONSO  PÉREZ NIEVA



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                                                                                                        no y sin otra renta que  nada seguro, no sabía
                                                                                                        el día y la noche. ¿Qué  lo que iba a hacer, pero
                                                                                                        hacer? Los vecinos me   tampoco las aves via-
                                                                                                        atendieron al principio,  jeras saben de antema-
                                                                                                        pero se necesitaban a   no cómo las va a ir.
                                                                                                        sí mismos, y al cabo, el   Y cuando ella se lar-
                                                                                                        tiempo andando, com-    gó yo me ausenté de
                                                                                                        prendí que había que    mi pueblo, me trasla-
                                                                                                        tomar un partido.       dé a Alicante, hallé allí
                                                                                                        ¿Sabe usted quién me    colocación de "chico"
                                                                                                        lo inspiró? Una golon-  en un velero que partía
                                                                                                        drina, que estuvo allí  a Orán. En Orán fui lim-
                                                                                                        para señalarme el ca-   piabotas y mandadero.
                                                                                                        mino.                   Luego me dediqué al
                                                                                                           Se alojaba en nues-  campo. Dios me ayudó.
                                                                                                        tra cocinita que nos    Primero peón, después
                                                                                                        alegraba  con su pre-   capataz, al fin hacen-
                                                                                                        sencia. Aquel año ¡fue  dado. Me casé, tuve fa-
                                                                                                        providencial!, no emi-  milia, soy rico y en pren-
                                                                                                        gró. Hubiérase creído   da de gratitud profun-
                                                                                                        que se quedaba a ha-    da, en la primera finca
                                                                                                        cerme compañía com-     de campo que poseí—
                                                                                                        padecida de verme       vuelvo a repetírselo—
                                                                                                        solo. Con su volar y re-  levanté esa torre exclu-
                                                                                                        volar fue dejando caer  sivamente para refugio
                                                                                                        en mí la idea de mar-   de las que me dieron la
                                                                                                        charme por ahí a ga-    fe para luchar.

           Le Ferme des Hi-     bierto en la que pu-    ma de alas azules,      en el entorno por su
        rondelles llamaba       diera decirse cabeza    siempre agitándose en   procedencia. Una ver-          Breve biografía
        todo el mundo a la      de la torre.            torno a las rojas tejas.  dadera providencia
        hacienda en aquel le-      Toda esta alta gran  Y siempre entonando     para la comarca, al        Alfonso Pérez Gómez Nieva
        jano rincón de Argelia  nave hallábase pobla-   un coro de pitidos agu-  lado del cual no había     Nació en Madrid Madrid y Barcelona.
        y en verdad que tal tí-  da de nidos de golon-  dos y silbantes, como   miserias, ni bracero a   el 12 de mayo de         Ministro de Ins-
        tulo de "Cortijo de las  drina colgados donde-  un himno de amor al     quien no diera traba-    1859. Licenciado en trucción Pública y
        Golondrinas" le caía    quiera entre el made-   Todopoderoso que no     jo, ni mendigo a quien
        perfecto a la rústica   ramen. Eran muchos,     sólo les daba el sere-  no socorriera. Hasta     Filosofía y Letras, Bellas Artes en 1923
        casa, porque sólo Dios  unos antiguos, ya se-   no espacio, las aguas   sabían el porqué de      prolífico escritor, re- y 1925.
        sabía el sinnúmero de   cos, como abandona-     claras, los prados ver-  aquella torre tan alta  dactor y colaborador     Fallece el 24 de di-
        avecillas que allí te-  dos, quizás casas por   des y  los  insectos de  y tan blanca y tan có-  de muchas publica- ciembre de 1931 en
        nían su alojamiento.    las que pasó la muer-   cebo, sino que las ha-  moda y que efectiva-     ciones periódicas de Badajoz, España.
        Realmente la finca pa-  te; otros recientes,    bía sorprendido, al vol-  mente estaba levanta-
        recía estar construida  frescos, revelando la   ver a África, con aquel  da exprofeso, con el
        para ellas, así se ase-  vida actual vigorosa.  seguro refugio donde    fin de que las aves via-
        guraba en el país y        En el buen tiempo    tan cómoda y segura-    jeras contaran con un
        como prueba incon-      era una fiesta la torre.  mente podían acoplar  asilo seguro donde
        trovertible señalába-   Sin duda en los aires   sus nidos. Allí no sólo  criar a sus hijos.
        se, por la gente, un    había cundido la noti-  contaban con un abri-      —Sí, señor —me
        detalle extraño para la  cia de aquel inespera-  go, sino con un abrigo  contaba el anciano
        vecindad: una torre.    do hotel y de sus co-   en el que sus casitas de  dueño del cortijo de la
           Efectivamente, se    modidades, de que allí  barro estaban libres de  torre;—ese minarete
        alzaba en un costado    tenían la entrada fran-  las acechanzas de los  está levantado a pro-
        de la casa y era una    ca sin que nadie las    rapaces.                pósito para las golon-
        verdadera torre de      molestara, y cuando el     Todo era obra de     drinas como prueba de
        iglesia, derecha y alta,  frío las echaba de    aquel señor de pelo     gratitud a una de ellas,
        sin otros huecos en sus  otros países, poco     blanco que se compla-   a la que debí mi salva-
        muros que las venta-    menos que a picota-     cía en verlas volar, con  ción en días adversos.
        nitas necesarias para   zos se disputaban un    cariñosa mirada, hur-      A los 12 años, muer-
        la luz de la escalera.  albergue en el desván   tándose unos momen-     to mi padre, pastor de
        En cambio, por arriba,  blanco y silencioso.    tos a la labor de la fin-  profesión, lo remplacé
        terminaba de un modo       Ofrecía entonces la  ca, al incesante tráfico  en la guarda de los ga-
        singular. Su tejado no  torre un espectáculo    de carros trayendo o    nados. Me quedaba mi
        descansaba directa-     encantador, tan alta,   llevando el grano y de  madre que se dedica-
        mente sobre las cua-    tan derecha, tan blan-  la actividad de los mi-  ba a la labranza. Vivía-
        tro paredes sino sobre  ca, como una especie    grantes de todas las    mos no ya pobremen-
        cuatro vigas que sur-   de minarete de los que  vecindades.             te sino miserablemen-
        gían en los ángulos y   se erguían en las mez-     Ya sabían todo esto  te, pero al cabo vivía-
        que dejaban un espa-    quitas del país y a to-  las golondrinas; ya sa-  mos. He aquí que mi
        cio abierto, como de    das horas rodeada de    bían que en aquella     amo vende sus bestias
        un metro, entre el te-  golondrinas que vola-   casa se las reverencia-  y yo me quedo reduci-
        cho y el cielo raso. Por  ban y revolaban a su  ba como a cosa sagra-   do al escaso jornal de
        dentro formaba una      alrededor, o que en-    da; ya sabían que la    ella, de la pobre mujer
        gran nave cruzada por   traban o salían por el  finca era propiedad de  que me había llevado
        multitud de viguetas,   hueco abierto bajo el   aquel señor de pelo     en sus entrañas. Y
        constituyendo un am-    techo. Formaban así     blanco, el español,     muere a su vez y me
        plio desván al descu-   una especie de diade-   como le denominaban     encuentro yo a los 16
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