Realidad por mayoría

Las redes sociales ponen de manifiesto uno de nuestros grandes problemas actuales, que es la discusión y el cuestionamiento permanente de los hechos. Hace unos años, los referentes de la política y los ciudadanos interesados en ella discutían, de todas las formas posibles, acerca del mundo que querían tener. Algunos aspiraban al ideal norteamericano; sus parques de diversiones, su ciencia, sus millones, sus películas; otros querían un gran estado nórdico, el orden, la igualdad y el triunfo de lo público. Otros más allá querían ser como la Unión Soviética, Nueva Zelanda o China.
Hoy estamos lejos de esas discusiones. Hoy no hablamos de lo que queremos ser, ni de cómo queremos lograrlo; hoy discutimos acerca de lo que sucede o lo que sucedió, de lo que somos o fuimos. Discutimos los hechos, los logros, las derrotas. No discutimos los proyectos; discutimos los datos y la evidencia.
Hoy no nos planteamos cómo queremos que sea nuestro sistema de salud, por ejemplo. Estamos muy entretenidos discutiendo si el gobierno anterior hizo o no hizo, si mejoramos, si somos los peores de la clase. Y la discusión es con fotos; una foto de un hospital nuevo y reluciente. Otra foto con un consultorio antiguo y destrozado. Fotos. Discutimos políticas públicas de largo alcance con fotos. Y se sabe que discutir con fotos es un error, porque fotos lindas y fotos feas tenemos de todo y de todos. Lo que vale es la película, que, obviamente, implica sentarse un rato a mirarla. Da un poco más de trabajo.
La idea central posmoderna de la ausencia de verdades eternas y universales nos dejó una herencia terrible. Hoy todos luchan por imponer relatos; militan algunos para mostrar lo mal que está todo, militan otros para mostrar que estamos mejor que nunca. Cientos de fotos y relatos personales en redes sociales, y en el medio, decenas de discusiones importantes olvidadas. Es importante tener un diagnóstico serio para saber cómo y cuándo comenzar un tratamiento; el problema es que no queremos tener un diagnóstico serio, sino imponer el nuestro. Como si la realidad fuera algo que se pudiese decretar por mayoría.
Detrás de la postura posmoderna, detrás de filósofos notables como Foucault o Deleuze que debatían sobre las diferentes posibilidades de aproximarse a la realidad, aparecieron los perezosos; si las verdades son parciales y relativas, piensan, entonces voy a usar la verdad que me dé en gana. Y ahí salen, a repetir por ahí la idea de la tierra plana. A mostrar fotos de hospitales con camas viejas y paredes con humedad, como si eso hablara de la verdadera situación de nuestro sistema de salud. A publicar imágenes de peajes llenos de autos con veraneantes, como si eso hablara de nuestra economía. No. Eso sólo habla de la falta de argumentos.
Una vieja y eterna discusión filosófica debate la posibilidad de que el mundo que nos rodea exista o no fuera de nuestra conciencia (materialismo versus idealismo). Lo que veo en redes sociales está lejísimo de ser filosófico. Se parece más a la incapacidad de debatir en serio.

Juan Manuel Bertón Schnyder es sociólogo y se especializa en investigación social aplicada y estudios de opinión pública. Es autor del libro de ficción Yo una vez tuve una familia de demonios.
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