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                                                                 Jueves 31 de Agosto de 2023
                                       El canario



                           VERSIÓN LIBRE DE CUENTO DE LUIS MARÍA JORDÁN



                                                                                                        ta el lejano linde de la  gaba a separar sus pi-
                                                                                                        campaña.                cos, volaron rápidamen-
                                                                                                           Delante de él, a po-  te, locos de idilio a em-
                                                                                                        cos metros de un peque-  balsamar sus besos con
                                                                                                        ño rosal literalmente   la fragancia de las rosas
                                                                                                        enrojecido de rosas ro-  color de sangre.
                                                                                                        jas, volaba una pareja de  Desde entonces, en
                                                                                                        canarios unida por los  todos los bosques, par-
                                                                                                        picos. A pesar de la dis-  ques, arboledas, um-
                                                                                                        tancia, el rey pudo reco-  brías, calles y jardines de
                                                                                                        nocer en la patita de uno  la comarca, se colocó
                                                                                                        de ellos la ajorca de oro  por orden del rey un
                                                                                                        que el día antes regaló a  edicto terrible que de-
                                                                                                        la princesa. Pero los pá-  cía así: "Pena de muerte
                                                                                                        jaros, con un ligero tem-  a los cazadores de cana-
                                                                                                        blor de alas que no lle-  rios".








                                                                                                                   El tiempo no borra, ubica.

                                                                                                             ANÓNIMO



                                                                                                                    En la vida hay algo peor
                                                                                                                          que el fracaso:
                                                                                                               el no haber intentado nada.
           La princesa  Clavelin-  lor de glicina, amenaza-  tas dignidades eclesiás-  gos y vítores de la mu-
        da estaba triste, tan tris-  ban fundirse en la pro-  ticas y como diez mil ca-  chedumbre. Por orden  FRANKLIN D. ROOSEVELT
        te, que hasta había hecho  pia amargura de sus lá-  balleros de armas que  del rey se colocaron has-
        algunos pucheritos de   grimas.                 llegaron expresamente   ta mil centinelas en los
        angustia ante su amigo y   Mientras tanto, el ca-  desde las guarniciones  corredores que daban
        caballero el gran duque  nario de la corte —una  de Trapobana.          acceso a la cámara nup-             No lastimes a los demás
        de las Islas Rosadas.   preciosura de canario,     El día de la boda, al  cial.                                con lo que te causa
           Nadie sabía qué hon-  con las alitas amarillas  alba, se soltaron desde  Al día siguiente, an-
        da pena atormentaba el  como rayos de luna y los  las almenas del palacio  tes de resolver ningún               dolor a ti mismo.
        corazón de la princesa,  ojitos rojos como gotas  millares de palomas; se  asunto de gobierno, el    BUDA
        pero es lo cierto que   de sangre—, cantaba     dio igualmente libertad  soberano mandó a sus
        cuando el rey, su padre,  desde el alba hasta el  a todos los vagabundos  ministros a ofrecer sus
        le preguntó reiterada-  crepúsculo encerrado en  condenados por peque-  felicitaciones a los recién
        mente acerca de los     su pequeña jaula de pla-  ños delitos y se regaló a  casados. Los mensajeros
        motivos de aquel dolor,  ta y oro. Cada vez que la  los pobres alhajas de oro  regresaron cohibidos,
        la deliciosa sufriente  princesa pasaba por ahí,  y monedas de plata.   con la cabeza baja y los
        contestó con monosíla-  el canario redoblaba sus   La fiesta debía ser  brazos caídos a lo largo
        bos, casi como si tuviera  trinos y a veces, con una  espléndida, como con-  del cuerpo. El rey, des-
        un poco de vergüenza en  coquetería completa-   viene a la majestad de la  concertado, y sin atre-
        confesar la causa de su  mente donjuanesca, es-  corona. El canario, en su  verse a preguntar una
        angustia.               tiraba hacia ella su pi-  pequeña jaula de oro,  palabra, envió el mismo
           Sin embargo, un día,  quito de ágata como si  relampagueante al sol,  mensaje con su hijo ma-
        la princesita habló; pero  quisiera decirle algún  fue llevado en hombros  yor, pero el príncipe, a
        fue para contar una cosa  secreto.              por seis chambelanes    pesar de su audacia, no
        inverosímil: que estaba    El rey, que como to-  sobre un palanquín de  se atrevió a volver con la
        enamorada de su cana-   dos los reyes de los cuen-  brocato de Persia, ador-  contestación. Entonces,
        rio.                    tos era un monarca su-  nado con diamantes y    fue el soberano en per-
           El rey quiso quitarle  persticioso, resolvió  zafiros. La novia, bellísi-  sona con el manto real
        de la cabeza semejantes  consultar el caso con una  ma, bajo su amplio qui-  echado sobre los hom-
        ideas y para distraerla  vieja adivina amiga suya.  tasol de seda de Bagdad,  bros, y blandiendo en la
        recurrió a extremos in-  La bruja, naturalmente,  marchaba precedida por  diestra la vieja espada
        creíbles; por ejemplo:  le aconsejó que casara a  dos pavos reales y escol-  victoriosa.
        mandó cortar ambas      su hija con el pájaro can-  tada por quinientos ji-  Tres veces seguidas
        orejas al bufón de la cor-  tor si no quería sufrir  netes de sangre azul.  llamó a las puertas de la
        te; hizo bailar sobre un  graves y peligrosos con-  El rey, desde lo alto  alcoba y como no tuvie-
        alambre candente a un   flictos internacionales.  del trono, bendijo la  ra respuesta las echó
        enano del palacio; de-     Los astrólogos, el   unión con el mismo ges-  abajo con sus puños.
        claró una guerra sin    herbolario y los médicos  to severo con que se     Cuál no sería su sor-
        cuartel a su vecino el  de la corte, fueron tam-  mostraba en sus noches  presa, cuando notó que
        emperador de Samar-     bién de la misma opi-   de triunfo, después de  el lecho de los desposa-
        canda y condenó a la    nión.                   las batallas. Para algún  dos estaba intacto, la
        horca a más de doscien-    Por eso se ordenó el  cortesano que hubiera  jaulita de oro del cana-
        tos mercachifles, buho-  matrimonio para los úl-  tenido la mala ocurren-  rio un poco rota y las
        neros y vagabundos.     timos días del mes de   cia de sonreírse durante  ventanas de las habita-
           Sin embargo, y a pe-  mayo. Fueron invitados  la ceremonia, habían   ciones abiertas de par en
        sar de tanto espectácu-  todos los representan-  puesto una horca en los  par...
        lo extraordinario, la   tes de los países veci-  jardines de la casa real.  Alarmado, y temien-
        princesa Clavelinda re-  nos; los embajadores      Después de la fiesta  do una mala broma de la
        corría los jardines con un  acreditados ante el tro-  los novios fueron con-  vieja adivina amiga suya,
        vago aire de sonámbula  no; los príncipes de las  ducidos hasta sus habi-  se asomó al balcón para
        y sus hermosos ojos co-  comarcas aliadas; las al-  taciones entre los hala-  dominar con la vista has-
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