Hija de la sabidurĂ­a y madre de la responsabilidad

Yo sabía que la Culpa no tiene misericordia
y abusa de su poder, que mucha Culpa
es intolerable. Pero advertí que la ausencia total
de Culpa hunde al nivel de la canalla”.
Marcos Aguinis
“Elogio de la culpa”

A veces a uno le da por leer, otras por recordar lo leído y aún por releer. Dicen que son todos nuevos nacimientos que vive todo texto cuando está vivo. El primero fue el día que de una pluma pasó al papel o del teclado a la nube, como quiera y guste. Es el primero pero para seguir viviendo deberá nacer otras veces. La lectura es siempre una recreación, incluso las lecturas sucesivas que haga un mismo lector. Nunca leo el mismo texto a pesar de que lo escrito sea lo mismo.
En 1994 leí “Elogio de la culpa”, un libro que Marcos Aguinis, médico neurocirujano argentino había escrito el año anterior. Estudioso de lo que pasa por el interior de la cabeza pero también observador atento del paisaje humano más amplio, historiador por vocación y escritor por esa compulsión que domina a quienes no pueden dejar de hacerlo, pedagogo de a ratos. Ni aunque quisiera podría olvidarme de “La gesta del marrano” que fue mi primer encuentro con él y el más impresionante. “Elogio de la culpa” no podría ser sin ese conocimiento por dentro del ser humano y sus misterios y por fuera en la historia que fue sembrando cargada de crueldades impensables hasta que ocurren y de las que la vida de don Francisco Maldonado da Silva –el marrano- médico judío perseguido por la inquisición en el virreinato del alto Perú, es apenas una muestra.
Rechazada, denostada, tenida por enemiga del ser humano y de la vida, “la culpa” suele vivir en el subsuelo de nuestra conciencia y como Proteo, el dios del mar en la mitología griega, ha desarrollado la habilidad de adoptar las más diversas formas para estar sin ser reconocida. Cuando alguien era muy indeseable yo solía oír que se decía: “es como la culpa, no lo quiere nadie”.
Y es cierto, a la culpa no la quiere nadie. Marcos Aguinis hace lo posible porque se la quiera, se le reconozca su necesidad de ser.
“El bienio 1992-1993 fue de una enorme violencia, y una gran crueldad deambuló por el mundo: aumentó en forma significativa la xenofobia y renació, asombrosamente, el nazismo”. “En oposición a los adelantos de la ciencia, la moral se repliega disminuida”. Así señala Aguinis el punto de arranque de su elogio. Le pidió el título prestado a Erasmo de Rotterdam que en 1507 había sentido la necesidad de dejar que la locura hiciera el suyo en un mundo que la necesitaba. Y Erasmo había heredado el título de varios elogios anteriores. Al fin y al cabo hay poco nuevo bajo el sol.
La culpa es hija de la sabiduría a la que la Biblia dedica más de un libro a hacer su elogio y es madre de la responsabilidad dice Aguinis, una versión mejorada de su madre, más misericordiosa, más constructiva, menos cruel. Pero nadie nace sin una madre que lo traiga al mundo. A ella quiere dejar su cetro de reina. Socialmente debemos aspirar a pasar de una cultura de la culpabilidad a una de la responsabilidad. Pero el camino por andar es largo.
Aquel bienio 92-93 fue el que impresionó a Aguinis y como resultado positivo dejó este libro del cual vine a acordarme y a darle en una nueva lectura la oportunidad de nacer de nuevo, seguramente porque para nacer ha nacido. Pero lamentablemente no fue el único en el que “la corrupción siguió mostrando su descaro en sociedades hipotéticamente avanzadas”. El mundo sigue padeciendo los mismos males y parece ser responsabilidad de nadie.
El reconocimiento de errores, incluso de nuestra capacidad de hacer el mal a sabiendas es una necesidad tan imperiosa como tantas veces esquivada. Debería ser muestra de entereza y se interpreta como gesto de debilidad.
En una calle de Buenos Aires hace dos días una persona indigente fue rociada con nafta y prendida fuego por alguien a quien su vista le pesaba más que la culpa de haberla matado. En el verano un grupo de deportistas con aspiraciones vip en un balneario "de bien", mata a otra y lo comparte con orgullo urbi et orbi por las redes sociales buscando reconocimiento. Personas investigadas por el ejercicio de apremios, torturas, desapariciones en el ejercicio de puestos gubernamentales autoasignados siguen sosteniendo su correcta forma de actuar por la cual lejos de arrepentirse entienden que necesitan una reivindicación histórica. Voces que celebran la muerte de un delincuente en la cárcel a manos de sus propios compañeros en la desgracia y conciben el “ajuste de cuentas” como un mecanismo de purificación social se suman al coro de quienes entienden que la culpa debe mostrar toda su crueldad pero en espíritus ajenos; la ley debe ser cada vez más punitiva pero sólo para quienes corresponde el monopolio de la culpa.
Sentir el arañón en carne propia, diría Aguinis es necesaria medicina, claro que como cuando éramos niños y no queríamos tomar un jarabe nos decían: “si es feo, es bueno”. Y de tanto creerlo nos hacía bien.
La culpa, el sentido de responsabilidad, como el dolor, no son enemigos sino muchas veces cuidadores de un cuerpo que cuando los pierde se expone a los mayores peligros sin siquiera saberlo.-